domingo, 30 de mayo de 2010

El son de Notredame

Soy horrendo, tanto, que doy miedo a la gente. Vivo recluido en la más bella catedral que pueda haber en el mundo, estoy condenado a la soledad. Mis únicos amigos son frías gárgolas pétreas, que nunca responden a mis plegarías. Desde los seguros muros de mi prisión, observo y envidio a todos los que pueden vivir, a todos los que pueden ser libres. ¿Sabrán en realidad cuan afortunados son? ¿podré, algún día, ser tan feliz como ellos?
Creo escuchar al viento gritando que huya, pero no puedo. En un mundo tan fascinantemente hermoso como este, no hay lugar para un mounstro como yo. Las campanas tañan sus melodías impregnadas de promesas, que me dan falsas esperanzas y la compañía de mi amo, es suficiente para que no pierda la cordura, la cordura que espero no sea otra espejismo de lo que una vez tuve y perdí.
Tallo piezas de madera y bellos cristales que rompen mi reflejo y, cuando termino, trepo a la cima de mi castillo y observo de nuevo. Observo la vida que nunca tendré, observo la vida que viviré como Quasimodo, el Jorobado de Notredame.

Violet Nightray

martes, 25 de mayo de 2010

¿Crees en mi?

¿Crees en mi? Lo entiendo, nadie lo hace.
Desde hace años estoy rodeado de estúpidas bestias que me obedecen sin replicar, soy el rey de un mundo en el que ya nadie cree. Hubo épocas mejores. Los niños, joviales e inteligentes, abundaban en mi castillo y mi juventud me permitía ser algo más optimista. Pero, las cosas cambian, desde hace mucho tiempo no veo nada bueno en este lugar, nada hermoso. Yo solo busco que me teman, me amen, me escuchen... que, simplemente, crean en mí. Se que eso no ocurrirá.
Cuando la soledad me tortura sin miramientos, vuelo bajo el disfraz de una lechuza y observo y cuido de la única persona en el mundo que aun me importa. Ella se enfrentó a mí una vez, fue una rival digna y peleo con astucia y valentía, pero, cuando al fin descubrió mi amor por ella, supo de inmediato que saldría victoriosa de nuestro enfrentamiento estratégico. Y así fue, ella ganó la partida y , ahora es feliz en brazos de otro hombre. Aun la quiero, pero me consuela saber que se acuerda de mí, que mira al cielo cuando ve los destellos de mis alas planeando sobre su cabeza y que revive nuestra corta historia cuando mis lágrimas caen sobre ella desde las alturas suplicándole que vuelva a pronunciar mi nombre, suplicando que confíe en mí.

Violet Nightray

jueves, 20 de mayo de 2010

Camino hacía ningún lugar

Estoy perdida en mitad de ninguna parte, en un mundo que ni siquiera conozco. A mi alrededor, no hay nada, absolutamente nada.
A excepción de un sin fin de árboles que tapan cualquier otra cosa, impidiendo ver la luz y un camino de baldosas amarillas.

No se como he llegado hasta aquí, y solo hay un camino, que no lleva a ninguna parte. Grito, pero no hay nadie que escuche mi llamada desesperada. ¿Qué hago yo aquí?
El camino no termina y yo me he cansado de seguirlo, por lo que me meto entre los arboles y empiezo a correr. Las ramas me arañan y golpean en mi acelerada carrera ¿importa? No, creo.

En algún momento indeterminado, vuelvo al camino. Las mismas baldosas amarillas, que no llevan a ningún lugar.

Y en mitad de ninguna parte, me pregunto si alguna vez supe a donde pertenezco.

Gabriella Nightray

jueves, 13 de mayo de 2010

¿Delirios o sensatez?

¿Alguna vez has deseado estar en otro lugar? ¿Otro mundo más interesante, tal vez? Yo también.Seguramente la única diferencia entre tu y yo sea que yo, logre escapar.
Me aventuré a buscar ese mundo fascinante donde los locos son cuerdos y los cuerdos no existen, donde los roedores toman el te y los humanos escondes sus gigantescas cabezas en madrigueras subterráneas. Allí me esperaban miles de peligros, pero también, las aventuras más emocionantes jamas vividas. Tuve grandes aliados invisibles y los más terroríficos enemigos. Blandí una espada forjada siglos atrás para acabar con el más cruel de los moustros, simpre con ua sonrisa flotante que me apoyaba, ayudándome a seguir. los animales más diminutos me dieron sabios consejos, crecí y mengüé al antojo de pasteles mágicos, finalmente conocí al mejor amigo que nadie pueda tener. La extraña danza de despedida me alegró y entristeció a la vez, pero cuando volví al mundo que conocía hasta entonces, me di cuenta de que no era el mundo real. ¿Cómo podía ser cierto qué los gatos no hablaran, qué los ratones nos temieran y qué los locos fueran encerrados en horribles habitaciones blancas? ¿Cómo podía ser verdad que nos dejáramos guiar por las leyes físicas sin poder bailar la deli-danza que nos permitía poner el mundo del revés?
No podía ser cierto. Corrí hasta llegar de nuevo a ese lugar donde la magia estaba tan presente como el propio aire. Me dejé llevar hasta remotos castillos a lomos de un sabueso peludo y sanguinario y viví la gran aventura que nadie en esta época se atreve a imaginar.
Ahora soy una más de ellos. Soy otra de las muchas personas locas en un mundo en el que los cuerdos no existen, aunque pata tí, puede que solo sea esa chica encerrada con la mirada perdida, esa chica a la que enjaularon porque nadie creía su ridícula historia.
No me molesta. Seré para siempre la loca más feliz que jamás hayan visto estas pareces acolchadas, seré para simpre la ñina que afirmó ver un conejo blanco vestido de gala, la que huye de reinas inventadas.
Seré, sin lugar a dudas, la persona más cuerda que nunca haya pisado el mundo conocido y la más loca de los mundos aun por explorar.
Dime... ¿no te gustaría ahora, estar tan loco como yo?

Violet Nightray

miércoles, 5 de mayo de 2010

Tick tack.

Tick tack.

Pasa un segundo, y otro le sigue de inmediato. Me gustaría ser capaz de detener el tiempo, de sujetar las agujas del reloj que rige el universo e impedir que los minutos pasen.

Tick tack.

Suena otra campanada, y su eco retumba en las paredes del castillo, sin interrumpir el mosaico que dibujan las parejas atrapadas en un vals interminable.

Tick tack.

Suena otra y se que de inmediato tengo que marcharme, que ya no me queda tiempo. Dedico una última mirada a su calida sonrisa, procurando no detenerme en ella como tantas otras veces esta noche.

Tick tack.

Susurro una excusa, suelto su mano, sujeto con fuerza las faldas del vestido y empiezo a correr, apartando sin miramientos a las parejas de bailarines.

Tick tack.

Ya he llegado hasta la puerta. Retumba otra campanada. Tropiezo con uno de los escalones de la entrada, y uno de los pequeños zapatos que llevo se desnuda de mi pie, hasta quedar abandonado en un escalón.
No importa, se que desaparecerá.

Tick tack.

Suena otra campanada. Ya son las doce. La música, las risas y el castillo quedan atrás junto a su fascinante sonrisa.
La magia se ha roto.

Gabriella Nightray