Se levanta poniendo el pie en el lugar exacto, en el momento adecuado [8:00AM], de la forma correcta. Y así cada día.
Camina por la calle a paso acelerado [8:30 AM], debe llegar a sus clases de violín. Le gustaba, antes la liberaba del estrés, la hacía libre. Ahora es un trabajo más que se le acumula, otro de los lastres que la convierten en la señorita perfecta. Los dedos en su correcta posición, el sonido nítido y frágil del violín y concluye la clase [9:30AM]. La esperan en sus clases. Llega tarde.
Corre con sus tacones altos por la cuidad hasta coger un taxi. Le gustaba montar en autobús, ver la vida de las otras personas desde un asiento alto en la parte más escondida de vehículo y dejar que la multitud entrara y saliera mientras esperaba su destino. Pero el autobús es muy poco elegante y nada puntual.
[9:45 AM] Llega con quince minutos de antelación. Sencillamente perfecto. Lo prepara todo para recibir a sus alumnos con una sonrisa y un montón de juegos y actividades provechosas para el desarrollo de su inteligencia. Siempre creyó que los niños merecen jugar, reír, divertirse y soñar con nubes que pasan por debajo de sus pies descalzos. Pero los ajetreados padres (ahora tan parecidos a ella) no pagan para que los niños pierdan el tiempo. Deben aprender a leer, sumar, restar y serles útiles a la sociedad en un futuro. Quién sabe si alguno no llegará a político.
[2: 15 PM] Fin de las clases. Las madres vienen a buscar a sus críos con su mejor vestido para eludir las criticas de otra posible madre que las esté observando con ganas de meter su puntiaguda nariz en asusntos ajenos. Ella detestaba a esas mujeres cuando las veía a la puerta del colegio. Cuando su madre iba a recogerla. Pero ahora se da cuenta de que son un gran ejemplo a seguir.
[3: 30 PM] Tras unas compras rápidas se dirige atropelladamente a su casa. Aun tiene mucho por hacer: una comida sana y equilibrada, algo de deporte para conservar la linea, clases de danza y un cursillo de empresariales. Y todo debe estar hecho antes de las siete de la tarde o no le dará tiempo a preparar la cena perfecta para su marido. Pero hoy se dará cuenta de que hay cosas que no puede controlar.
Su gran tacón quiebra. La chica cae sobre un gran charco de agua y tierra, llenando su perfecto vestido con un aire informal, pero elegante, de barro. Su cabello rubio, perfectamente recogido en un moño juvenil pero maduro, cae ahora por su cara en mechones suelos y desordenados. Hoy no tendrá tiempo de comer. Pero no importa lo importante es terminar el calendario del día como dios manda. Antes no habría pensado así. Se levanta escandalizada por el incidente y antes de ponerse de nuevo en marcha ve su reflejo en el escaparate de una tienda de cachorros. Siempre quiso tener uno, pero cuando por fin pudo conseguirlo se dio cuenta de que... no tenía tiempo.
La pila de su reloj se acaba de parar. Camina con una sonrisa y la melena al viento. Su traje esta sucio y cojea debido a su tacón. Piensa, hace más planes. Planes en los que mañana, los niños de una respetada guardería del centro de la ciudad jugarán con barro para hacer jarrones. Quién sabe, quizá el político se convierta en un artista.
[9: 30 PM] Espera a su marido en el sofá de su casa, que no esta tan limpia como de costumbre. Tiene una manta de cuadros por encima y un tarro de helado de chocolate que come con una gran cuchara mientras ve una película. Una de las que le gustaba ver antes, cuando su vida no iba a contra reloj. Él la mira sorprendido y ella le sonríe.
-Quiero un cachorro.
Su marido corre hacia ella riendo y la abraza untándole helado en la nariz. Ha recuperado a su mujer, por fin ha vuelto a ver esa sonrisa despreocupada en su rostro. Ambos ríen y comentan la película el resto de la noche.
Al día siguiente, un poco más tarde de las 9: 30 PM (retraso antes imperdonable) el marido llega con un cachorro en brazos. Ella lo coge y lo reconoce enseguida. Es el cachorro que jugaba con la pelota en el escaparte donde ayer recordó que el tiempo... Es para disfrutarlo.
Violet Nightray