La misma piedra que me golpeo de niña y que dejó una cicatriz que aun permanece. Pero puede que no lo hiciera con mala intención.
La misma piedra que tras el primer golpe comenzó a hacerme daño de manera habitual. Pero es su forma de ser, no lo hace con maldad.
Esa piedra que consiguió hacerme llorar. Pero ¡es mi piedra! Estoy segura de que se arrepiente.
Una piedra que no parece saber de mi existencia, pero que por algún motivo me hace sentir mal. Se que en el fondo me quiere.
La piedra de la que no me puedo liberar. Pero estoy segura de que podre seguir adelante llevándola conmigo.
Se lo que es en realidad mi piedra. Pero, como una madre, la veo tan buena y pura que creo que la perdonaré y la acogeré entre mis brazos... otra vez.
Violet Nightray
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