Que sencillo parecía todo cuando contemplaba el mundo
acurrucada entre tus brazos. Era fácil
ahogar las risas, no costaba nada esconder los miedos debajo de la almohada y nada
me impedía soñar las noches de luna creciente. No era consciente que no eran tus manos las
que dibujaban la lluvia en mi espalda, sino el tiempo quién jugaba a entretejer
historias destinadas a convertirse en páginas arrancadas de un
diario.
El punto y final de nuestra historia llego una mañana de
abril. Tú no eras capaz de mirarme a los ojos, y yo no cesaba de buscar tu
mirada. Bailábamos una coreografía a destiempo, los acordes del violonchelo se
habían trocado notas desafinadas Ambos sabíamos que era mejor acabar así, y sin
embargo dolía. Me aleje de ti con los zapatos llenos de sueños rotos y frases
de amor que ya no debían ser dichas bajo los labios. Rota.
Pasaron los meses. Rompí fotografías, deje que se enfriara
el café de las tres una tarde sí y la otra también, escuche canciones que no
hablaban de amor, busque motivos para odiarte…y finalmente pude comprenderte,
perdonarte incluso. Las cadenas que a mi me protegían a ti te atrapaban. Me
mirabas y no me veías. Yo ya no era yo, y tenías miedo de que tú dejaras de ser
tú. Tenías miedo de ver tu agenda marcada cada día con mi nombre, y de que todo
sucediese tan deprisa que un día despertaras sin recordar cómo viviste.
Que sencillo es ahora mirar el mundo desde el rincón de mí
casa a dónde no llega el sol, y pensar que era mejor así. Es más fácil dormir
sin sueños, y llenarme las manos de tinta buscándole un sentido a una vida
demasiado corta. Ahora lo sé, y aunque nunca podre darte las gracias porque yo
no lo quería, tampoco necesitaré un “lo siento”. El ser
humano vive soñando con encontrar su otra mitad para estar completo sin saber
que en realidad, siempre estaremos solos, plenos sin saberlo, acompañados sólo por
ese capricho llamado amor. Por eso busco
encontrarme, tal vez al otro lado de la luna, tal vez al otro lado del espejo.
Y entonces, volveré a intentar perderme porque amar es no tener miedo a equivocarse.
Gabriella Nightray
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