El otro día, y como cada
viernes, fui a la biblioteca. Hasta ahí, una tradición como cualquier otra, algo
así como atarse primero los cordones del zapato derecho. Os sitúo: estaba
felizmente paseando entre las estanterías, concretamente en la sección de clásicos.
Soy una fan acérrima de la narrativa de Jane Austen: adoro las novelas románticas
que no necesitan de una buena dosis de páginas que describen el revolcón que
toda mujer quiere tener al menos una vez en su vida. Y si encima, esas novelas
tienen un montón de odas al amor en prosa, redactadas en un lenguaje elegante, me gustan
más que el chocolate blanco. En esas me hallaba, cuando, indignada, me di
cuenta de que la obra que buscaba (Persuasión) ¡no estaba! Lo primero que hice,
fue consultar los libros que más urgía adquirir según la biblioteca.
Hace un tiempo critique
un libro. Con saña, quiero hacer hincapié en eso. En concreto, 50 sombras de Grey, que ¡sorpresa! se
encontraba entre obras que era “necesario” tener entre los estantes. Ese libro
no era el único que me pareció mal ver en esa lista, pero no quiero enrollarme
de más. Sobra decir, que Persuasión no estaba. Jane Austen es una autora que ha
superado la barrera del tiempo. Fue un icono en su época, una valiente que se
abrió paso en un mundo que solo valoraba los escritos cuyos autores eran
hombres. Hoy en día sigue siendo un personaje de importancia, sus obras no caerán
en el olvido y la crítica las sigue recomendando con fervor. Así pues, tras superar el impacto de mi
descubrimiento, y tras comprobar que la opinión de una usuaria con gustos de la
vieja escuela no encaja con la inmensa –y hormonada- mayoría de lectoras
(lectoras que van a por bazofias muy concretas, si se me permite generalizar) y que por tanto no cuenta, me veo en la obligación de quejarme desde el blog.
¿Cómo es posible que
desprecien una obra maestra de la literatura a favor de la prosa basura (la hamburguesa
barata literaria,) del momento? Muy sencillo: cuestión de mentalidad. Ahora ya
no importa si escribes bien o mal –Laura Gallego o Sthepenie Meyer para más
referencias, de quienes ya hablaré más adelante- importa si vas a vender o
no. Que sí, que el mundo es así, y si no me gusta ajo y agua porque no va a cambiar, pero... ¿en qué nos deja eso? En los paños
menores de la cultura, en eso nos deja.
Hoy celebramos que los
hermanos Grimm publicaron una gran parte
de los cuentos que recopilaron. ¿Vamos a celebrar algún día que en su momento
también publicaron la primera gramática de la lengua alemana? No lo creo. Al igual que no creo que a muchos les importe
ese dato. ¿Por qué me quejo entonces? En primer lugar, por vicio. Y en segundo
lugar, porque creo que la cultura no es algo que deba quedar relegado a fotos
de chicas con suéteres con la bandera inglesa, gafas enormes, cafés en la mano
y libros que ya no están de moda. Por que sí, los clásicos sí pasan de moda. Y nadie se preocupa por ello, demasiado absortos en seguir a rajatabla a la multitud, en exceso preocupados por no ser el clavo que sobresale y al que apodan "anticuado". ¿Lo triste? Cada vez los añoraremos menos nostálgicos.
Bienvenidos, tiempos modernos. Yo seguiré buscando un rincón dónde los clásicos sigan suponiendo el pilar de una buena biblioteca. Y quejándome, a pesar de esa bienvenida al presente con sabor a derrota.
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