viernes, 28 de enero de 2011

Cadenas rotas.

Estas solo, de nuevo.
Vuelves a ser libre, ya no te atan sus lágrimas ni las cadenas de culpabilidad. Ya nadie te espera cuando llegas tarde a casa, ni satura tu teléfono con mensajes antes de las diez. Vuelves a tener espacio para ti mismo. Se ha marchado, tal y cómo le pediste.
Tal y cómo tú querías.
¿Realmente lo querías? Sí, lo hacías. Ya estabas harto de decidir por ti, por ella. Casado de su dependencia hacía ti. De su excesiva preocupación. De ella, valla.
Y ahora está triste. Y sola.
Seguro que llora en su solitario apartamento, con los rizos morenos extendidos sobre la almohada, y cientos de envoltorios de chocolatinas por el suelo. Seguro que se pregunta que hizo mal, porque la has dejado.
¿Por qué lo has hecho?
Porque te agobiaba. Querías libertad. Anhelabas volver a esas noches donde no había preocupaciones, pero si números de teléfono de chicas sonrientes y un tanto achispadas por el alcohol.
¿Y ahora qué?
Se ha ido, te ha dado tu anhelada libertad. Ha hecho lo que tú querías. Pero te sientes mal. No quieres que este triste, te destroza imaginar sus lágrimas rodando por sus pálidas mejillas. Quieres verla, consolarla. Qué te sonría y te diga que ha hecho ese día.
Eres libre.
Dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.
Ahora solo quieres volver a encadenarte.
Gabriella Nightray

jueves, 27 de enero de 2011

Para toda esa gente que no sabe de mi existencia.

1, 2, 3, 4...

Caen los pétalos de una margarita.
No es menos estúpido arrancarlos pensando que te resolverán los misterios de la vida que hacerlo queriendo que te digan si tu amor te corresponde o no.

... 5, 6, 7, 8...

Aun quedan pétalos que maten mi aburrimiento.
Mira, una chica celosa que grita a su novio mientras él... yo diría que la ignora.
¡Oh! Allí hay una mujer que pasea a su perro con orgullo. Tanto amor por su animal y tanto odio por el que lleva colgado del cuello a modo de bufanda.
También hay una niña. Salta a la comba feliz, me recuerda a los juegos de mi infancia. No estuvo nada mal.

... 9, 10, 11, 12...

Cada uno sigue su vida. Puede que en otra parte de este inmenso mundo haya otra chica celosa, otra mujer hipócrita u otra niña saltando que no pueden ni imaginarse que existe una chica desconocida que piensa en ellas mientras su aburrimiento la lleva a arrancar, tontamente, los pétalos de una flor, que no le dará la respuesta a ninguna de sus preguntas.

... 13, 14, 15, 16...

Da qué pensar ¿eh?
Pero no tengo tiempo para más. Mi desconocida vida sigue y no la puedo detener por una flor, ni por imaginar como serán todas esas personas del mundo a las que no conozco y que nunca sabrán de mi. Cuál solitaria es la vida del ser humano... ¿verdad?

... 17, 18, 19, 20.

20 pétalos. Demasiados para una simple margarita.

Violet Nightray

martes, 25 de enero de 2011

La caja de Pandora

La noche es joven pero ella ya esta borracha. Lleva una copa semivacía en la mano, y unos tacones demasiado altos; escote de vértigo, pitillos ajustados, y el rostro ensombrecido con demasiado maquillaje.
Pide otra copa, y contempla su bebida mientras un nudo se forma en su garganta.
Cada noche es cómo la última ¿Quién sabe si cambiara algo esa noche? Y al mismo tiempo cómo la primera sigue sin entender qué hace frente a un vaso vacío.
Ella es casi tan joven como la noche: solo tiene veinticinco años…pero ya ha comprendido que tal vez, en aquella pequeña caja no fue la esperanza la que quedo atrapada. Así que la busca en el fondo de un vaso de ron.
Entre un vaso y el siguiente llega la hora de marcharse a una casa vacía. Y esta noche, tampoco ha encontrado la esperanza.
Gabriella Nightray

lunes, 24 de enero de 2011

Un "quédate" silencioso.

Hoy es el gran día.

Esa cita que llevo esperando semanas con ese chico que parece perfecto para mí. Estoy entusiasmada y corro a contarte el porque de mi alegría.

Sonríes.

Te alegras por mi, pero por algún motivo tu sonrisa me incomoda, no parece sincera. Es... ¿una sonrisa triste?
Despejo mi cabeza de todo ese tipo de pensamientos, no puede ser. Ni siquiera debo planteármelo.

Tienes algo que contarme, un problema, una preocupación... algo te ronda la cabeza y lo se, pero ya es la hora. Él me espera un par de calles más adelante y tu casa está justo frente a nosotros.
Me digo a mi misma que me lo contarás mañana, que no te será tan terrible aguantar una noche más y se que es cierto.

Me despido.

Se que no estas enfadado, que no te he decepcionado, pero eso no alivia mi mal estar. Desapareces tras la puerta y comienzo mi camino hacia el que probablemente sea el chico de mis sueños, pero cuando a penas he dado cinco pasos, me detengo. Saco el móvil y hago una llamada justo antes de dirigirme a la puerta de tu casa.

Abres la puerta, estas sorprendido pero sonríes de verdad. Te devuelvo la sonrisa entro mientras cierras la puerta tras de mi.

- Cambio de planes. ¿Qué tienes que contarme?

Tu rostro se ilumina y estoy mucho más feliz que cuando él me llamo para salir por ahí. No necesito un chico perfecto, puede que solo te necesite a ti.

Violet Nightray

domingo, 23 de enero de 2011

Al pie del Arco-iris.

Te contemplo durante un instante, y una vez más, noto que falta algo. ¿Qué es lo que puede faltar? Todo es cómo siempre.
Tú sonríes y me coges de la mano, hasta que la llegada del pedido te da la oportunidad de soltarme.
La cafetería está repleta de personas, y la música clásica apenas se hace escuchar entre las voces de la gente. El café lleva demasiado azúcar, y esta falda llena de volantes es demasiado incomoda. Pero yo sonrió; cómo siempre.
Me preguntas por las clases de violín, y yo respondo en términos cordiales, en palabras que empalagan antes incluso de pronunciarlas. Luego, yo dejo de ser importante y hablas sin cesar sobre tus grandes avances en el equipo de futbol. No me interesa, y lo sabes. Pero yo estoy callada, cómo siempre.
Entra esa amiga –demasiado amiga- tuya, y no duda en sentarse al lado, dirigiendo su saludo solo a ti. Comenzáis a hablar –de ella- y yo dejo de existir en vuestro plano. Lo siento, no me gusta el deporte. Ni el pop. Ni el café con demasiado azúcar. Pero yo escucho atentamente, cómo siempre.
De repente, lo entiendo. Ya sé lo que falta.
Quizás nunca antes me había dado cuenta, o quizás no quería hacerlo. Puede que fuera más fácil dejar que una venda cubra mis ojos, y esperar una respuesta que en el fondo no quería que llegara. Pero ya ha llegado. Ya es tarde para volver a cerrar los ojos, y fingir que nada ha cambiado.
Nos faltan verdades: no me gusta está cafetería. No me gusta el café con demasiado azúcar ni llevar faldas con lazos por doquier. No me gusta la cadencia de tu voz ni tu remilgado vocabulario. Detesto el futbol, casi tanto como el pop ligero. Y, sobre todo, odio que seas capaz de ignorarme en cuanto llega ella.
Y aún falta algo más: no es suficiente con decir la verdad. Alguien tiene que escucharla.
Me levanto, y no te das cuenta hasta que el sonido de la silla al apartarse te lo indica. Me miras extrañado, con desaprobación. Te miro, desafiante.
Ya me he cansado de sonreírte. Y de escuchar y volver a escuchar el número de goles que has marcado en tu último partido. También me he cansado de ser tan prescindible para ti, de cambiar para ser lo que tú esperabas, y que aún así siga sin ser lo suficientemente buena.
-Te dejo.
Con solo dos palabras, rompo el pasado, me reinvento de nuevo y consigo que por una vez el mundo no gire en torno a ti. Vuelvo a ser yo, vuelvo a anhelar saltar los charcos, ya no me asusta lo que puedas pensar de mí. Puedo ver de nuevo un arco-iris entre la lluvia, y así es cómo debería haber sido siempre.
Gabriella Nightray

Relato forzado.

Un montón de palabras desordenadas y sin sentido que buscan algo que escribir. La sensación de que el deber llama a tu puerta y tienes que ponerte a trabajar de inmediato, y lo haces; coges lápiz y papel y comienzas a desgastar la mina escribiendo versos vacíos y desganados.
Catorce sílabas, rima asonante, cuatro párrafos.

Fin del relato. Éxito de ventas.

Y ahora sabes que hay miles de personas perdiendo su más preciado tesoro, el tiempo, en leer unas lineas que no llevan a ninguna parte. La sensación de estar estorbando más que ayudando a la gente te invade y te gustaría romper ese río de tinta en mil pedazos y dejar que el viento lo llevara a otra época. Una época donde la gente no escribía por obligación, donde los sentimientos plasmados en una hoja de papel no equivalían a montañas de dinero, donde el lápiz y el papel nunca se desgasten, sino, que sean testigos de una maravillosa historia que surgió cuando nadie estaba mirando.

Violet Nightray

martes, 18 de enero de 2011

(Tal vez) Te quiero.

¿Qué quiero?
Quiero una hora más contigo, donde todo lo que exista sea tu voz. Tal vez también tus brazos rodeándome.
Quiero actuar. Sin pensar en lo que hago.
Quiero otra canción que me recuerde a ti. Tú le das otro significado.
Quiero empezar de nuevo. Y volver atrás para encontrarte.
Quiero entender porque el mundo gira. Mi mundo lo hace por ti.
Quiero un último beso que preceda otro final interrumpido.
Supongo que te quiero.
Gabriella Nightray

Ventajas y desventajas de un picaporte inexistente

Le gusta jugar con el agua; deslizando la yema de los dedos por la fría superficie; hasta que se aburre de rozar la calma y el susurro del viento se convierte en suplicas por un cambio en ese ciclo.
El estanque está en calma, y proporciona una serenidad que sirve de barrera ¿Quién querría destrozar la calma, deshacer ese espacio intemporal donde no existe nada más que la visión del agua sin movimiento? Nadie, pero aún así él mete la mano en el líquido provocando ondas que alteran durante unos instantes el agua.
Durante esos instantes, la calma se rompe, y la vida retoma su ciclo.
Tan fácil cómo eso.
Le gusta imaginar que todas las barreras son iguales. Qué al igual que puede meter la mano en el agua, un “hola” renuente puede deslizarse por su garganta y resonar en los oídos de aquellos que hablan, ríen…viven, sin saber de su existencia, que parecen no verlo sentado en el último pupitre.
Pero las palabras huyen de sus labios, y la barrera sigue alzada, solemne.
Quiere gritar, hacerse escuchar, tener algo que decir…pero no se atreve. Las risas resuenan chocando contra su oscuro semblante.
A veces el miedo de estar solo, es mayor al miedo a no ser aceptado. A veces es el miedo a no ser aceptado mayor al miedo a estar solo.
El resultado es el mismo.
Gabriella Nightray

domingo, 9 de enero de 2011

Castillos en el aire.

Cuando era pequeña, la niña observaba tras la ventana e imaginaba que su mundo se volvía del revés. El cielo tenía distinto color y las flores del jardín nunca estaban marchitas. A través del cristal era más fácil llenar el vacío que sentía con cuentos de hadas con dragones malvados y hermosas doncellas de dulce sonrisa. Era bonito imaginar de qué color tendría los ojos su amor verdadero.
Ahora que ha crecido, le parece ridículo seguir soñando a través de un cristal. No tiene tiempo de ensayar sonrisas azucaradas ni de soñar con su media naranja.
En cambio tiene que estar en el trabajo en una hora, que retocarse el pintalabios y encontrar esos papeles que debió firmar hacía una semana.
La ventana no ha cambiado, pero ahora ya no hay mundos imaginarios tras su cristal. En su vida no entran los sueños, y hace mucho tiempo desde que busco una canción de amor para ella y su misterioso caballero de brillante armadura y galantes palabras.
Pero anhela.
Sueña.
Y cada mañana, el lápiz rojo sobre sus labios le recuerda que ella no es una doncella capturada por un fiero dragón. Que no habrá caballero de ojos grises, ni cielos de color verde.
Es entonces cuando ya no sabe si se siente vacía porque ya no sueña…o no sueña porque sus ilusiones ya no llenan su vacío. Y solo cuando llueve y puede bailar bajo la lluvia, se acuerda de cómo reírse cuando estas sola.
Gabriella Nightray

I ain't gonna live forever.

Una serie de acordes que marcan una melodía que acompaña tus sueños. Los sonidos que no consigues olvidar, pero a los que no puedes darle una forma concreta. Sabes que quieren decirte algo, pero ¿cómo saber el qué? Te persiguen, casi te acosan pero no puedes darles lo que quieren. No puedes darles un nombre para acabar con su anonimato. Su incorpórea existencia no tiene un sentido, porque nadie puede entender las simples notas de una guitarra.

Una frase que marcó un antes y un después en tu forma de vivir y de pensar. Letras que forman palabras, palabras que forman pensamientos que se recogen en tu cabeza con el significado de ese comentario que escuchaste por accidente y que no puedes olvidar. Una frase que necesitas explorar, que va más allá de lo que simplemente dice, que tiene un mensaje, un sentimiento que transmitir, pero... ¿cuál?

La impotencia de no poder resolver los dos enigmas que te absorben. La obsesión que te lleva a no pensar en nada que no sean esas notas perdidas en el viento y esas palabras que cayeron en tus oídos como un susurro.
Una idea que aparece sin sentido alguno. La impresión de que ambas cosas son mitades incompletas que encajarían a la perfección. Entonas la melodía; la has escuchado tantas veces que podrías hacerlo aunque no tuvieras cuerdas vocales, añades las palabras; las encajas en el momento preciso.

Lo has resuelto. Todo se mezcla formando una simple canción con un significado completo que te despierta del sueño en el que has vivido hasta ahora. Que expresa un sentimiento grandioso. Que reclama a voz en grito libertad y grandeza. Que te hace pensar: "ahora o nunca".

Violet Nightray

jueves, 6 de enero de 2011

Dibujar una sonrisa.

Al principio solo era consciente de que hacía frío.
Más tarde, se dio cuenta de que era demasiado pronto. Le quedaban dos horas de sueño, y un enorme espacio vacío en la cama. También quedaban un montón de fotografías rotas esparcidas por la mesilla; desde las que solamente sonreía ella.
Cuando los días fueron pasando, también fue capaz de ver que esa noche no había sido tan fría. Lo había sido porque ella había querido… estar sola no provocaba ni la mitad de frío que un gélido abrazo y la respiración de quien apenas puede mirarte a los ojos.
Supo que lo había superado cuando fue capaz de pegar de nuevo la otra mitad de las fotografías desde las que él miraba a la cámara. Y entendió que por más que cambiara el agua del jarrón donde reposaban las rosas ya marchitas, ellas no iban a volver a florecer.
Y, entonces, comprendió que ya no era necesario esperar despierta por las noches, que ya no volvería. Qué él no querría que lo esperara.
Solo en ese momento fue capaz de sonreír sin sentirse culpable por ello. Y una vez fue capaz de dibujar una primera sonrisa, las demás ya no dolían tanto.
Lo echaba de menos. Más que a nadie en el mundo…pero ya era capaz de vivir con su ausencia.
Gabriella Nightray

martes, 4 de enero de 2011

Recuerdos.

Siente que el tiempo se acaba. Su mundo, poco a poco, se desvanece ante su impotente mirada. Solo le quedan manchas borrosas de lo que fue su pasado y recuerdos de tiempos mejores que, en realidad, solo le traen amargura y dolor.

No puede aceptar que todo termine. No concibe un mundo en el que su presencia no importe.

En su día hizo cosas, vio cosas, vivió cosas. Fue importante, fue él. Ahora nadie le echa en falta, nadie sabe su nombre, a nadie le importa lo que un pobre anciano pueda decir. Solo es la sombra de lo que dejó atrás.

Se arrepiente. No de lo que hizo o dijo, sino, de haber permitido que su vida llegara hasta este punto. Se pregunta si no habría sido mejor morir cuando aun era valioso para mundo, cuando era aclamado y todos buscaban su compañía. Cuando las voces de la gente gritando su nombre con ilusión y admiración no estaban tan lejanas, cuando la calidez de todas esas personas aun no había desaparecido.

Se ha dado cuenta de que morir sabiendo que nadie te necesita, que nadie te recordará... te hace perderte a ti mismo.

Violet Nightray

lunes, 3 de enero de 2011

Rutina

Le gusta imaginarse que es otra persona.
Contemplar el mundo tras los ojos de esa mujer con los labios pintados de rojo, tras la sonrisa de ese niño que juega en la arena, en la mente de ese pájaro que alza el vuelo.
No le gusta darse cuenta de que siempre llueve tras su ventana. Ni comprobar que tras su último llanto sus ojos parecen hinchados, y sus labios tienen una mueca triste.
Le gusta soñar que es la princesa encerrada en la torre, que solo espera y espera a que llegue su príncipe azul mientras entona canciones que el viento arrastra.
No le gusta despertar y saber que por mucho que espere, nadie llegará para rescatarla de su rutina. Y a pesar de ello sigue esperando.
Gabriella Nightray

sábado, 1 de enero de 2011

Despertar.

No puedo moverme.

Las luces giran a mi alrededor junto al estruendoso ruido de varios altavoces que gritan al unisono una melodía que no llego a comprender. Todo sucede ante mi como si yo no fuera parte del barullo que se mueve por la pista de baile.
El mundo no se detiene por mi como ocurre en las películas. Yo diría que el mundo ni siquiera sabe que existo, pero da igual.

Mis músculos están agarrotados, mis ojos rojos tras el baño de humo y las lágrimas luchan por no salir, aunque... si lo hacen nadie se daría cuenta. Por fin consigo caminar, torpemente me dirijo a la salida, huyendo de la tortura que me produce esa imagen.

Es cierto, ya no estamos juntos. Aun le quiero.

No tengo derecho a reprocharle nada. No puedo soportar verle con otra.

Voy a superarlo. Pero no ahora.

Me advirtieron que no me hiciera ilusiones. Pero me las hice.

Nunca llegué ha aceptar que lo había perdido, puede que no siempre se consiga lo que se desea... ni aunque sea lo único por lo que se vive.

Violet Nightray