Al principio solo era consciente de que hacía frío.
Más tarde, se dio cuenta de que era demasiado pronto. Le quedaban dos horas de sueño, y un enorme espacio vacío en la cama. También quedaban un montón de fotografías rotas esparcidas por la mesilla; desde las que solamente sonreía ella.
Cuando los días fueron pasando, también fue capaz de ver que esa noche no había sido tan fría. Lo había sido porque ella había querido… estar sola no provocaba ni la mitad de frío que un gélido abrazo y la respiración de quien apenas puede mirarte a los ojos.
Supo que lo había superado cuando fue capaz de pegar de nuevo la otra mitad de las fotografías desde las que él miraba a la cámara. Y entendió que por más que cambiara el agua del jarrón donde reposaban las rosas ya marchitas, ellas no iban a volver a florecer.
Y, entonces, comprendió que ya no era necesario esperar despierta por las noches, que ya no volvería. Qué él no querría que lo esperara.
Solo en ese momento fue capaz de sonreír sin sentirse culpable por ello. Y una vez fue capaz de dibujar una primera sonrisa, las demás ya no dolían tanto.
Lo echaba de menos. Más que a nadie en el mundo…pero ya era capaz de vivir con su ausencia.
Gabriella Nightray
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