Le gusta jugar con el agua; deslizando la yema de los dedos por la fría superficie; hasta que se aburre de rozar la calma y el susurro del viento se convierte en suplicas por un cambio en ese ciclo.
El estanque está en calma, y proporciona una serenidad que sirve de barrera ¿Quién querría destrozar la calma, deshacer ese espacio intemporal donde no existe nada más que la visión del agua sin movimiento? Nadie, pero aún así él mete la mano en el líquido provocando ondas que alteran durante unos instantes el agua.
Durante esos instantes, la calma se rompe, y la vida retoma su ciclo.
Tan fácil cómo eso.
Le gusta imaginar que todas las barreras son iguales. Qué al igual que puede meter la mano en el agua, un “hola” renuente puede deslizarse por su garganta y resonar en los oídos de aquellos que hablan, ríen…viven, sin saber de su existencia, que parecen no verlo sentado en el último pupitre.
Pero las palabras huyen de sus labios, y la barrera sigue alzada, solemne.
Quiere gritar, hacerse escuchar, tener algo que decir…pero no se atreve. Las risas resuenan chocando contra su oscuro semblante.
A veces el miedo de estar solo, es mayor al miedo a no ser aceptado. A veces es el miedo a no ser aceptado mayor al miedo a estar solo.
El resultado es el mismo.
Gabriella Nightray
Hola ^^ (No se si será bueno que comente tanto, pero que se le va a hacer)
ResponderEliminarSolo decirte que me encanta este relato. En un pasado me correspondería con él. En un presente, estaría demasiado perdida para aceptarlo.
Se despide una gran seguidora~~