miércoles, 1 de agosto de 2012

Forbidden dance.

Una sala enorme, brillante, inundada por tonos dorados y plateados que simulan los reflejos de sol y luna coexistiendo por una noche. Cada pared, cada adorno y cada baldosa parece encerrar una diamante pulido.   En medio de la sala hay un gran piano de cola, antiguo, elegante. La gente danza con sus pomposos vestidos y sus mascaras venecianas, la mayoría sostienen brillantes copas de vino entre los dedos y ríen despreocupados.
Una fiesta inigualable.

A pesar de ello no me siento satisfecha. No encuentro el motivo por el que he organizado todo esto, por el que llevo un precioso vestido clásico y el corsé más pedregoso de mi armario. Busco tras los disfraces el destello de unos ojos que conozco y anhelo, esa boca de labios encantadores y sonrisa pícara. He visto tantos rostros cubiertos que todo me da vueltas. Ya no se si no aparece porque solo sueño con él o si simplemente la vida es una pesadilla que me acerca a su calidez y me la arrebata.

Me alejo de los invitados, de la frivolidad de su trato aparentemente desinteresado y de la música que prometió darme un baile inolvidable. Salgo a cielo descubierto y miro las estrellas, abandono mi mascara, mis ojos brillan tanto como la sala que he dejado atrás.
Me dejo llevar e imagino que esta por ahí, que me ha visto apartarme de todo y me ha seguido. Siento su aliento contra mi cuello desnudo y sus manos a través de la tela de mi vestido.

Quizá no existe, quizá solo busco lo imposible, pero si fue un sueño puedo continuarlo. Puedo soñar que el baile no se acaba y que él esta a mi lado. Puedo soñar que la luna y el sol jamás volverán a separarse. Y que cada compás me acerca más a sus labios.


Violet Nightray

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