miércoles, 5 de junio de 2013

Tiempo atrás.

"Ellos no saben que no nos permiten utilizar magia en casa. Voy a divertirme mucho este verano con Dudley..."

Relee las últimas palabras del libro. Siente sus ajadas tapas entre las manos, lo cierra cuidadosamente y evoca la primera vez que lo abrió, hace ya más de treinta años.
A pesar del tiempo recuerda perfectamente como se sintió aquella vez, en el momento justo en que el nombre del chico se desvanecía en su cabeza para dar paso a una valoración involuntaria de todo cuanto había descubierto entre las páginas del volumen.

Una historia que abrió su mente a un mundo lleno de posibilidades, que le brindo la promesa de un mundo mejor que el conocido y llamó a la puerta de su inquietud animándole a saltar de autor en autor para viajar por los mundos creados por todos ellos. Mundos que finalmente se hicieron uno en su cabeza, donde todo era posible y no había lugar para pensamientos trágicos.

Quién le iba a decir, en ese entonces, que los años pasarían tan rápido como una exhalación.
En su rostro se puede ver el perfil de una sonrisa melancólica, mientras observa la portada del libro y repasa con el dedo las letras que la encabezan. Esta vez sus ojos no son tan inocentes, su mente no se ha sorprendido ante los acontecimientos narrados, sin embargo, puede afirmar orgulloso que sus sentimientos y pareceres no han cambiado, al igual que no lo han hecho los personajes de la historia, que permanecerán jóvenes para siempre, impresos en papel, a la espera de que nuevas e infantiles manos los rescaten.

Cierra los ojos y no le cuesta imaginarse a si mismo releyendo la historia pasados otros treinta o cuarenta años. Narrandola en voz alta para sus nietos, que inquietamente harán preguntas, queriendo anticiparse a linea argumentativa que el autor siguió en su día. Incluso puede ver un futuro más lejano aun, en el que personas que ni siquiera conoce disfrutarán del libro tanto como él lo hizo en su momento.
Y así, a sus cincuenta años resuelve que un buen libro es aquel que jamás deja de serlo, sin importar la edad, la época o la persona que lo lea. Se sorprende a si mismo aprendiendo una nueva lección y aceptando con gusto la idea de que, a estas alturas, la vida siga demostrándole que tiene mucho que aprender.

Porque, a veces, adquirir sabiduría significa volver sobre tus propios pasos y revivir momentos pasados con una nueva perspectiva. Dejar que los años pasen sin dar cuenta de ellos es como dejar estancadas las aguas de un río, sin posibilidad de que lleguen al mar.

Violet Nightray

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