martes, 1 de junio de 2010

Rosa marchita.

En el torreón más alto de mi castillo, observo la rosa que sujeta débilmente los hilos de mi destino. Con la llegada del frío, mis últimas esperanzas se disipan, cae otro pétalo recordándome que se acerca el final y, como tantas otras veces, me arrepiento de mis errores pasados. Con un suspiro agarro entre mis garras el frío mango de mi única ventana al mundo exterior, durante un breve instante contemplo mi rostro animal en la superficie del espejo, antes de que este me muestre lo que más deseo y necesito en el mundo. La veo corriendo por la resplandeciente nieve en mitad de la noche. Busca a su padre desesperadamente. Las lágrimas se ahogan entre la mata de pelo permanente que recubre mi cara. ¿Hice bien dejándola marchar? La echo de menos más que a mi propio cuerpo, pero ella tiene la oportunidad de vivir, no puedo negársela, ella tiene una vida llena de esperanzas.
Cierro los ojos abrumado por el dolor que me produce su ausencia, cuando los abro de nuevo el espejo solo muestra la oscura habitación en la que me encuentro.
El último pétalo me nubla los sentidos, no existe nada más. Desciende con delicadeza dejando desnudo el tallo de la rosa que antes fue mi vida, marcando mi futuro, quitándome todo lo que un día fui. He olvidado mi rostro humano, la bestia es todo cuanto queda de mí.

Violet Nightray

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