miércoles, 5 de mayo de 2010

Tick tack.

Tick tack.

Pasa un segundo, y otro le sigue de inmediato. Me gustaría ser capaz de detener el tiempo, de sujetar las agujas del reloj que rige el universo e impedir que los minutos pasen.

Tick tack.

Suena otra campanada, y su eco retumba en las paredes del castillo, sin interrumpir el mosaico que dibujan las parejas atrapadas en un vals interminable.

Tick tack.

Suena otra y se que de inmediato tengo que marcharme, que ya no me queda tiempo. Dedico una última mirada a su calida sonrisa, procurando no detenerme en ella como tantas otras veces esta noche.

Tick tack.

Susurro una excusa, suelto su mano, sujeto con fuerza las faldas del vestido y empiezo a correr, apartando sin miramientos a las parejas de bailarines.

Tick tack.

Ya he llegado hasta la puerta. Retumba otra campanada. Tropiezo con uno de los escalones de la entrada, y uno de los pequeños zapatos que llevo se desnuda de mi pie, hasta quedar abandonado en un escalón.
No importa, se que desaparecerá.

Tick tack.

Suena otra campanada. Ya son las doce. La música, las risas y el castillo quedan atrás junto a su fascinante sonrisa.
La magia se ha roto.

Gabriella Nightray

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