domingo, 23 de enero de 2011

Al pie del Arco-iris.

Te contemplo durante un instante, y una vez más, noto que falta algo. ¿Qué es lo que puede faltar? Todo es cómo siempre.
Tú sonríes y me coges de la mano, hasta que la llegada del pedido te da la oportunidad de soltarme.
La cafetería está repleta de personas, y la música clásica apenas se hace escuchar entre las voces de la gente. El café lleva demasiado azúcar, y esta falda llena de volantes es demasiado incomoda. Pero yo sonrió; cómo siempre.
Me preguntas por las clases de violín, y yo respondo en términos cordiales, en palabras que empalagan antes incluso de pronunciarlas. Luego, yo dejo de ser importante y hablas sin cesar sobre tus grandes avances en el equipo de futbol. No me interesa, y lo sabes. Pero yo estoy callada, cómo siempre.
Entra esa amiga –demasiado amiga- tuya, y no duda en sentarse al lado, dirigiendo su saludo solo a ti. Comenzáis a hablar –de ella- y yo dejo de existir en vuestro plano. Lo siento, no me gusta el deporte. Ni el pop. Ni el café con demasiado azúcar. Pero yo escucho atentamente, cómo siempre.
De repente, lo entiendo. Ya sé lo que falta.
Quizás nunca antes me había dado cuenta, o quizás no quería hacerlo. Puede que fuera más fácil dejar que una venda cubra mis ojos, y esperar una respuesta que en el fondo no quería que llegara. Pero ya ha llegado. Ya es tarde para volver a cerrar los ojos, y fingir que nada ha cambiado.
Nos faltan verdades: no me gusta está cafetería. No me gusta el café con demasiado azúcar ni llevar faldas con lazos por doquier. No me gusta la cadencia de tu voz ni tu remilgado vocabulario. Detesto el futbol, casi tanto como el pop ligero. Y, sobre todo, odio que seas capaz de ignorarme en cuanto llega ella.
Y aún falta algo más: no es suficiente con decir la verdad. Alguien tiene que escucharla.
Me levanto, y no te das cuenta hasta que el sonido de la silla al apartarse te lo indica. Me miras extrañado, con desaprobación. Te miro, desafiante.
Ya me he cansado de sonreírte. Y de escuchar y volver a escuchar el número de goles que has marcado en tu último partido. También me he cansado de ser tan prescindible para ti, de cambiar para ser lo que tú esperabas, y que aún así siga sin ser lo suficientemente buena.
-Te dejo.
Con solo dos palabras, rompo el pasado, me reinvento de nuevo y consigo que por una vez el mundo no gire en torno a ti. Vuelvo a ser yo, vuelvo a anhelar saltar los charcos, ya no me asusta lo que puedas pensar de mí. Puedo ver de nuevo un arco-iris entre la lluvia, y así es cómo debería haber sido siempre.
Gabriella Nightray

1 comentario:

  1. La letra rosa no se lee muy bien ¿porque no utilizas como color el blanco?

    ResponderEliminar