viernes, 8 de marzo de 2013

Vivir no es solo respirar.

Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo.
- Oscar Wilde -

Te levantas con el quinto o sexto pitido del despertador. Tras los cristales, nubes grises adornan el cielo y el suelo está frío bajo tus pies. No  hay café preparado, y mientras lo preparas se te queman las tostadas. Está claro que no va a ser un buen día. Sales de casa, ya vestida y con la mochila al hombro, y te recibe una cortina de lluvia...acompañada de viento.

-Menuda mierda de día – mascullas, y el chapoteo de tus zapatos sobre los charcos parece darte la razón. La tos de alguien cerca de ti parece querer darte la razón.

Que irónico. ¿Verdad?

Hace unos años, te encantaba la lluvia. Te recordaba a poesía, a canciones, a esa película cuyo final te hizo llorar y sonreír al mismo tiempo. A ese libro que todavía lees cuando no quieres pensar en nada. Hace unos años, veías el mundo de otra forma: querías ser una revolucionaría, creías que los sueños y la realidad no están tan separados. Y te encantaba escribir sobre cómo cumplirías esos sueños. Te veías en el espejo, y buscabas la respuesta a quién serías dentro de diez años.  Lo que no sabías es que tanto tu imaginación como tu espejo te mentían: han pasado diez años...

... y no sabes quién eres, pero estás lejos de ser todas esas citas literarias que nunca tienes tiempo de decir, tu estrella se ha apagado y de lo que solías ser solo quedan los hoyuelos en las mejillas al sonreír y unos cuantos relatos en el reverso de las fotografías de lugares que ya no te interesa visitar. Querías gritar negro cuando todos gritasen blanco, traer colores al mundo como las canciones de los Rolling Stones y tener la palabra exacta en el momento menos oportuno. Sin embargo, te conformas con ser parte del gris que lo cubre todo, fruncir el ceño cuando alguien sigue intentando ser diferente y las palabras ya no te importan porque ya no tienes nada que decir.

Solías tener una musa. Solías dedicarle cada noche de invierno y las mañanas de verano. Y entonces, un día, tu mundo interior era tan grande que tú eras demasiado pequeña para abarcarlo... y la culpa era suya, que te susurraba al oído poemas para que tú los escribieses, que decoraba el lienzo de tu vida dibujando en los bordes y te ataba a una existencia donde  todo era imaginario. Y entonces, lo hiciste. La metiste en la caja de los trastos viejos que ya no quieres y la enviaste al fondo del olvido. La mataste, sin piedad, ni remordimientos.

Y solo ahora, que llueve y ya no suena como música en tus oídos, comprendes que una vida sin soñar son demasiados años. Solo ahora, que tus cafés ya no tienen historias que contar la echas de menos. 

Gabriella Nightray

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