jueves, 8 de diciembre de 2011

Filosofía descafeinada.

Hay días en lo que todo se desmorona a tu alrededor. Pasas toda una vida construyéndote una vida, asentando unas bases para tus principios, y un día, te das cuenta de que puedes destrozar todo tu esfuerzo  en tan sólo un minuto. De que es inútil intentar lo contrario, porque en el fondo tu destino nunca estuvo en tus manos. La vida es aquello que te sucede cuando tú ya has hecho tus planes, y eso es indiscutible. Universal.

Esos días no tiene sentido que busques la esperanza, porque aunque la encuentres la tentación de rendirte, tirar la toalla y dejar que tus fuerzas se agoten mientras esperas en un rincón a que las aguas vuelvan a su cauce, o a que alguien tome la decisión que tú no osas tomar. Quieres hundirte en tu pozo de autocompasión, llorar lo que muchas veces te callas, y dejar que la soledad te ahogue en su abrazo infinito.

Pero…siempre hay quien lo impide. Quien te sonríe mientras te tiende su mano para ayudarte a levantar, quien te abraza para que sepas que está ahí, aunque se quede callado, recomponiendo tus sueños rotos con una aguja de buenas intenciones  usando como hilo el silencio. Cuando esa persona se acerca para dejar que llenes su hombro de lágrimas, tú sigues estando triste. Tu vida sigue siendo una mierda. Las cosas no van a mejorar simplemente porque ya no estés sólo. Y sin embargo, hay algo que cambia en la circunstancia y que deja ver un rayo de sol en medio de tus pensamientos: la esperanza.

Gabriella Nightray

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