Salgo de mi cuarto y me cruzo con mi madre en el salón que, como cada mañana, me espera con un plato humeante y un desayuno que haría que una cerda dejara de tener hambre. Y yo, como cada mañana, la ignoro y voy al baño, tengo que perder otros 300 gramos al final de este día. ¡Me odia! Solo quiere que sea horrible toda mi vida para que nadie me quiera y estar sola acompañándola en su amarga vida.
Vítreo. Es la visión que tengo cada día cuando me despierto con lágrimas en los ojos y la sensación de que lo hice todo mal. Salgo de la cama y pongo una sonrisa en el espejo que me dice a mi misma que no tire la toalla y que soy la mejor. Siempre me he preguntado si ella se dio cuenta de que esa sonrisa era falsa y por eso dejo de creerse las mentiras que todos nos decimos a nosotros mismos cada día. Preparo el desayuno con esperanzas renovadas y espero a que se despierte, es la hora, está a punto de salir de su cuarto. Hoy, como cada día, la veo más desmejorada. Sus piernas dejaron de ser piernas hace mucho para convertirse en huesos recubiertos por una piel amarillenta, enfermiza. Su cuello esta tan hundido que podría ver la saliva que baja por su maltratado esófago. Rechaza mi mejor sonrisa y se va al baño.
Recojo el desayuno intacto mientras finjo que no escucho las arcadas al otro lado de la pared. Ignoro mis propias lágrimas y rezo un día más para que sobreviva. ¡La odio! No tiene derecho a quitarme lo que más quiero en mi vida. ¡Es mi hija!
El espejo me muestra un día más mi patético y horrible rostro, mis ojeras y me deformado cuerpo. Las arcadas son tan naturales para mi como el aire y cuando salgo estoy un paso mas cerca de dejar de ser el hazme-reír de cualquier desconocido por la calle. Paso por el salón y, como cada mañana, mi madre ya no esta y el desayuno ha desaparecido. Finjo que no escucho el llanto al otro lado de la pared y me preparo para salir de nuevo a un mundo que me juzga y me reprocha. Hace demasiado tiempo que deje de distinguir la realidad, no se si soy una momia o alguien al borde del paro cardíaco por obesidad. Solo se que el frío y el dolor se sienten por igual en ambos cuerpos.
"Hoy va a renacer", me repito, como cada día.
"Hoy moriré y en mi lugar nacerá alguien bello", me repito, como cada mañana.
Violet Nightray
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