martes, 5 de octubre de 2010

Dos extraños

Es medianoche y no puedo dormir.
Noto tu brazo alrededor de mi cintura, y los latidos de tu corazón junto a mi oído. Observo tu rostro, relajado por el sueño y exhalo un suspiro. En respuesta, me acercas más a ti, y yo me dejo cual muñeca de trapo.
¿Esto está bien? Solamente sé tu nombre.
Solamente sabes el mío.
Pero conozco cada centímetro de tu piel como si fuera la mía propia, distingo el sonido de tu respiración de entre todas las demás y soy capaz de identificar tu tacto como si cada noche quedara grabado a fuego en mi memoria.
Puede que no sea correcto, pero ¿es posible que este mal algo que te hace sentir tan bien?
Cuando llegue el día, me marcharé; y será cómo si esta noche nunca hubiese existido. Cómo si tus manos nunca hubieran recorrido mi espalda mientras tus labios rozaban los míos. Volveremos a ser dos desconocidos.
¿Recordaré tu nombre mañana?
Cuando lo olvide volveré a buscarte. Te sonreiré entre la música estruendosa y te guiare hasta un rincón más apartado. Susurrare mi nombre en tu oído, y dejare caer una sugerencia de conocernos mejor. De nuevo.
Y cuando caiga la noche, volveré a formar parte de este juego entre las sábanas, volveré a conocerte y a recordar lo reconfortante que es dormir entre tus brazos hasta que la luz del día me obligue al olvidarte de nuevo.
¿Qué más da, si volveremos a encontrarnos?
Al fin y al cabo, solo somos dos extraños que se conocen demasiado bien.
Gabriella Nightray

No hay comentarios:

Publicar un comentario