martes, 21 de diciembre de 2010

Final de un soneto

Hay noches en las que se siente cansada, furiosa, sobrecogida por las dudas y valiente para poner un punto y final a esa relación que solo ella desea. Esas noches, sobre todo, se siente estúpida.
Porque lo sabe. Sabe que cuando al besarla cierra los ojos, es porque no es su rostro el que quiere ver. Sabe que con sus besos pretende silenciarla para no escuchar su voz. Porque no es su voz.
Sabe que su nombre sabe amargo en sus labios. (No es el que él quería pronunciar) y resuena agridulce en sus oídos (Lo ha dicho, y con eso basta)
Sabe que cuando la mira; sus ojos se oscurecen. No es ella.
Y aún así la besa. La abraza. Grita su nombre, ocultando en cada gemido el que querría pronunciar. Le dedica sonrisas y duerme abrazado a ella. La trata con dulzura, con miedo a romperla. Pero ya está rota.
Y por eso, cuando llega el día, llora en su cama vacía, aferrándose al calor que él ha dejado en las sábanas, tratando de reinventar su historia o llegar a un fin que ella es incapaz de poner.
Porque lo quiere. Y aún así no es suficiente.
Gabriella Nightray

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