sábado, 18 de diciembre de 2010

Pop

Una canción demasiado pegadiza, cristales rotos esparcidos por el suelo, una rosa marchita sobre los cristales con olor a pintura…
Púas colgando de las astillas de una vieja baqueta y no muy lejos un violín que nunca ha sonado. Un sueño sin final porque nunca ha comenzado.
50 años desde que la canción comenzó a sonar y la rosa comenzó a marchitarse.
Una mujer que sonríe atrapada en sus veinte años por una foto en blanco y negro, firmada en una de las esquinas.
La firma de una diva sin nombre.
Gabriella Nightray

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